Desde la última semana, está a disposición de los suscriptores de Disney+ el documental Get Back, que recoge la experiencia de los Beatles, en enero de 1969, de la grabación de un nuevo álbum, junto a una película que ilustrara el proceso.
ENSAYO
Por Diego Andrés Díaz
La historia de esa experiencia es bastante conocida: todo el proceso en general fue catalogado como bastante ruinoso y fracasado, las cintas sepultadas en un estante de su discográfica Apple, hasta que John Lennon se las dio al excéntrico productor Phil Spector para que realizara un disco con todo ello. El mismo –Let it be- termino siendo la banda sonora póstuma de una película sosa y sin sentido que retrataba a un grupo disuelto. El documental, intenta otra cosa: contar ahora el proceso real de todo aquello, utilizando la enorme cantidad de horas de filmación que surgieron de todo el mes de enero de 1969, período en el cual iban a realizar aquella empresa.
Parte del contexto necesario para comprender el sentido del documental surge de las circunstancias históricas que había experimentado la banda en los últimos años: luego de un año especialmente conflictivo entre ellos como fue 1968, y luego de publicar un disco doble lleno de overdubs –incorporar capas y capas de instrumentación y voces sobre una base sin llegar a ejecutar en vivo una canción- pinchados, volcados, loops y todo tipo de trucos de estudio de grabación. Este nuevo proyecto supondría la vuelta a las raíces donde se intentaría grabar todas las piezas de un nuevo LP en vivo, retrotrayéndolos a sus inicios -como realizaron su primer disco, Please Please me (1963), en su búsqueda de volver a los orígenes, y reencontrares en medio de sus turbulentas y desordenadas vidas. El sugerente nombre del proyecto (“Vuelve”) preanunciaba el espíritu de este.
Eso es lo que recoge, de forma documental, esta pieza en tres partes del cineasta Peter Jackson. Este breve artículo intentara expresar mis impresiones sobre el mismo, haciendo hincapié en los aspectos evidentes del mismo, pero especialmente, en lo que musicalmente se observa.
Desde el inicio del documental -y teniendo en cuenta algunos elementos de conocimiento previo del periplo de la obra de los Beatles- queda claro que el proyecto es, en la mayoría de sus propósitos, absolutamente irrealizable. La lista de cuestiones que intentan lograr es extremadamente larga, ambiciosa y compleja para no advertir desde el primer día de las sesiones que el resultado final será que no se podrá concluir ninguna de las premisas iniciales: ni grabar un disco de canciones ejecutadas en vivo (1), previa selección del material (2), que involucrara unas 13 o 14 canciones para completar un LP de época (3), todo esto ensayarlo y tenerlo pronto en fecha (4), ser filmados en el desarrollo de todo el proceso para una película (5), hacer del asunto algo vistoso y virtuoso donde lograran mantener la armonía, el orden y la frescura ante cámaras (6) y coronar todo con su vuelta a los escenarios luego de tres años en un show con público de dimensiones grandilocuentes (7). Si se analiza con honestidad, nada de ello ocurrió.
Vayamos pues, al comentario de estos puntos.
(1, 2, 3 y 4)
Un repaso breve por los números propuestos, ensayados y finalmente ejecutados en vivo da la pauta certera que, con suerte y siendo benevolente, los Beatles lograron preparar en aquellos pocos días apenas 5 canciones para ejecutar en vivo (Dig a Pony, Get Back, Don´t let me down, I´ve got a Feeling, One after 909), quizás 8 siendo benevolente en la consideración (Two uf us, Let it be, For you blue), pero es evidente que las ejecuciones “en vivo” que lograron elaborar en las sesiones de ensayo -proceso que se vio beneficiado ostensiblemente cuando abandonaron los fríos estudios Twickenham para continuar en sus estudios de Apple, y en la aparición providencial del fantástico tecladista Billy Preston- no lograban completar un set completo para un espectáculo en vivo grandilocuente. La presentación en la azotea -último intento de reflotar la idea original- fue apenas el consuelo breve que encontraron. Más allá del resultado pobre frente a las pretensiones originales, el show efectuado al final de todo el periplo los muestra animados y disfrutando del mismo, demostrando que no dejaban de ser la “mejor banda de salón” del mundo.
Postergada la elaboración del disco -en abril de ese año se publicaría el simple Get Back/ Don´t let me down como primera muestra del trabajo realizado en enero- su aparición se daría al año siguiente, como disco despedida junto a la película. El disco no es, evidentemente, un disco grabado en vivo. Ni siquiera es un álbum completo, es una colección de sus cinco canciones finalmente logradas para el show (menos Don´t let me down que es extrañamente dejada de lado para el álbum de mayo de 1970) a las cuales se les suma Let it Be, Two of Us, For You Blue), una reversión posterior de I Me Mine, una chapuza orquestal de la apenas ensayada y magnifica The Long and Winding Road, una versión de Across the Universe grabada en 1968, con poca relación al proceso de 1969 y con una evidente diferencia de sonido, a las que se suma los rellenos olvidables de Dig It y Maggie Mae. Todo ello, pasado por la maquina de picar carne de la grandilocuencia sonora de Phil Spector, que intento a la vez darle su toque -alejado del sonido Beatle- y cubrir con coros etéreos y orquestación, las pifias de las grabaciones. Así, no hubo ni disco en vivo, ni disco completo en sí: solo excusable por representar la despedida cronológica de la banda.
Si algo falló dramáticamente en el proceso, fue una selección más o menos asertiva y clara del material que usarían para este proyecto. Esto problema, verdadero drama por las características del proyecto, es palpable en todo el proceso de ensayo. Resultado último del estado emocional del grupo y, en definitiva, una de las razones por las cuales las tensiones eran evidentes dentro del mismo, las dificultades de selección de las canciones no se debieron, evidentemente, por falta de composiciones para probar.
Sin contar la enorme cantidad de jams e improvisaciones sin sentido, desfilan en el documental una enorme cantidad de canciones y propuestas de todos los integrantes de la banda, muchas de las cuáles conformaran su próximo y último disco grabado (Abbey Road), sus simples siguientes, y sus etapas solistas posteriores. Aparte de las canciones que finalmente conformarán el disco Leti t be, prueban varias piezas que serán parte de las grabaciones de Abbey Road y sus simples finales (Oh Darling!, Maxwell Silver Hammer, She Came In Through the Bathroom Window, Golden Slumbers, Carry that Weight y Her Majesty de Paul Mc Cartney, I Want You, Polytheme Pam, Mean Mr. Mustard, de John Lennon, Something y Old Brown Shoe de George Harrison y Octopus´s Garden de Ringo Starr), así como varias canciones de su etapa solista (destacables son los intentos de realizar On the Road to Marrakesh y Give me Some Truth de la etapa solista de Lennon, así como Another Day y Teddy Boy de Paul, o All Things Must Pass de George), entre otros intentos de todo tipo. Esto demuestra que no existía ni cerca mayor dificultad para completar una propuesta de canciones sólidas.
El mayor problema que se ve en la serie es encontrar acuerdos más o menos generales de realización de las canciones que proponían los diferentes integrantes, en el siempre complejo juego de equilibrio de egos. Es notorio en este sentido la frustración constante que demuestra George Harrison para proponer y realizar sus canciones frente a la dupla Lennon –
Mc Cartney, situación que queda plasmada en uno de los capítulos cuando George le dice directamente a John Lennon que tiene material propio para “cumplir con la cuota Beatle por los próximos diez años” y que tenía el deseo profundo de grabar la enorme cantidad de canciones acumuladas por años para, por lo menos, “sacárselas de encima”. Este momento algo tenso, pero memorable, es de esas joyas que acercan a esta “superbanda” a los dilemas de cualquier grupo musical de cantautores, por más desconocido que sea.
La selección final parece acertada en las canciones que entienden pueden llegar a presentar en vivo, pero también destacan en el documental algunos momentos mágicos en el camino complejo a seleccionar las canciones: la magnífica resolución que encuentran en la canción que abre el disco resultante –Two of Us- cuando abandonan el realizarla con guitarras eléctricas y la transforman en una maravillosa pieza folk con guitarras acústicas, con reminiscencias a las voces de los Everly Brothers, la creación casi “de la nada” y basada en una ejecución poderosa del bajo de Get Back, y la improvisación inicial de Old Brown Shoe, de trepidante ritmo en una interesante secuencia de acordes que sube y baja de Do a La menor vía un supercargado La bemol, es sorprendente, del mejor Harrison.
Evidentemente, el espectáculo no logró ser presentado en fecha, resultado de pasar por un periplo cargado de dificultades de todo tipo. El concierto en la azotea, en el cual hacen una pasada -con algunas repeticiones- de los temas que lograron tener mínimamente prontos y que estaba lejos de la idea original- resulto una experiencia mucho más agradable y valiosa que lo que hacia presumir todo el camino recorrido. Allí, en medio del frío londinense, se los ve notoriamente motivados, animados e incluso conmovidos con la experiencia. La performance es potente y sólida -hay que tener en consideración que tocaron treinta minutos soportando la brisa invernal para sufrimiento de sus dedos- que increíblemente se mostraron con la suficiente soltura y swing -Lennon comenta de tener los dedos demasiado fríos para mantener los acordes- y dar un espectáculo digno de su renombre. Además, es evidente que se lo están pasando en grande y que disfrutan de volver a tocar ante un público.
(5, 6, 7)
Existe en el documental un hilo conductor, bastante evidente como historia, que esta lejos del disco y el espectáculo en vivo: los problemas de relacionamiento entre la banda como factor general y profundo, y el abandono de George Harrison del grupo, como manifestación puntual del malestar. Es claro que ese es uno de los ganchos “no musicales” del film. Coexisten al interior del grupo diferentes cuentas pendientes entre ellos, y es visible el intento de Paul Mc Cartney de organizar la labor a partir de cierta ética de trabajo, en medio de un desorden constante y un ambiente poco agradable. En medio de ese ambiente, el cambio de locación tajo una mejoría general en el estado de ánimo, donde continuaron en su intento de grabar un disco “honestamente”, es decir, sin montajes ni overdubs. El resultado visual es una constante incomodidad, mezclada con la impertinente e insistente prédica del director por ordenar el caos.
En lo estrictamente musical, los factores de irresolución y desavenencia son lo demasiado espesos y determinantes para que el proceso de ensayo y ejecución ante las cámaras no termine siendo una tortuosa experiencia para todos los integrantes. En ese sentido, el liderazgo de Mc Cartney en la conducción musical estaba clara, aunque representaba ya un punto de no retorno para los demás. El bajista estaba en uno de sus picos más creativos y virtuosos y había consolidado una formidable capacidad para elaborar inmediatamente las soluciones musicales perfectas. Ante la pasividad de Lennon en la elección de arreglos e instrumentaciones efectivas, era la preferencia de Harrison por buscar un camino más lento y razonado el único escollo frente a las soluciones virtuosas de Mc Cartney. Esto es visible en varios pasajes, donde el bajista termina tomando las riendas ante la mirada incomoda de Harrison y la ausencia inducida de Lennon.
A pesar de esto, uno de los elementos más geniales del documental es la naturalidad y sencillez de estos jóvenes del norte de Inglaterra. Verlos crear, tocar, divertirse y bromear, representa uno de los picos altos de la propuesta y, solo con eso, vale la pena la experiencia. No dejan de transmitir la sensación de que son unos jóvenes sencillos y super creativos, divirtiéndose, haciendo música, rodeados de amigos y gente creativa, así como chantas, estafadores y embusteros. La agradable ingenuidad que desprenden sus análisis y valoraciones sobre su época y el entorno que los asechaba -lleno de bribones y aduladores que exprimían sus cuentas bancarias- los muestra como extremadamente vulnerables, además de que permite ver lo maltratados que eran en aquella época los artistas por las empresas del espectáculo. Las negociaciones con la poderosa EMI para lograr el alquiler de un par de grabadoras de 4 pistas es evidencia sustancial del poco cariño que le dispensaban a una banda que les reportó y les reportaría millones y millones de libras.
Por momentos, cuesta entender la ausencia de Ringo, el estado calamitoso de Lennon en varios días fruto de estar absolutamente colocado, o cierta tendencia de McCartney de prescindir fatalmente del significado y la expresión en sus canciones, o la influencia en el resultado de la tendencia de Lennon y Ono de que toda expresión de arte es sobre el artista y sobre nadie más. Igualmente, esta tendencia pomposa se disuelve en la maravillosa expresividad de sus canciones, que se encuentran lejos de las limitaciones de toda mente obsesivamente analítica que, por muy educada que esté, nunca podrá comprender la creatividad.
La experiencia puede llegar a ser algo larga -especialmente para los que no están demasiado consustanciado con los Beatles- y puede ser cuestionado como un producto “críptico”, destinado para sus seguidores y cultores más directos. Incluso, si esto es así, tienen el hándicap de poder contarlos por millones. Es evidente que los que gustan del sonido de la banda van a ser más receptivos al documental.
Si existiese la necesidad de no sugerirlo por razones fundadas, le sugeriría a los eternos vinagres del dualismo ideológico, que no pueden apreciar a un grupo de jóvenes hijos de la Inglaterra postguerra divertirse y rockear sin tratar de ver allí algún tipo de maniqueísmo y lucha titánica ente el bien y el mal, para calmar su onanismo adolescente mal superado. A esa pobre gente, les sugiero que no lo vean, va a ser muy aburrido leer sus llantos de red social, llenos amargura y superación.
Es una buena oportunidad de ver el genio de unos fuera de serie, en una experiencia tan cercana que impacta: su conexión humana es casi una automática, sus sonrisas contagiosas, y puede verse que se proporcionaban apoyo mutuo, competencia amistosa, y el refugio de una visión y pertenencia en común. Como un elemento valioso que atraviesa todo el documental sin manifestarlo, redimensiona la amistad como una experiencia humana formidable. Por un rato, uno se olvida de las miserias de la vida y valora los viejos amigos y amores.