ENSAYO
Por Andrea Grillo
Al comienzo de uno de los primeros diálogos platónicos, que trata sobre la santidad, Sócrates y Eutifrón (quien da nombre a la obra), se ponen de acuerdo en algo fundamental: las cosas mensurables mediante cualquier sistema de medida no son generadoras de disputa.
“¿Acaso si tú y yo disputamos acerca de cuál de dos números es mayor, la discusión sobre esto nos hace a nosotros enemigos y nos irrita uno contra otro, o bien recurriendo al cálculo nos pondríamos rápidamente de acuerdo sobre estos asuntos?” (1)
La pregunta evidencia que, en caso de una diferencia de opinión acerca de determinada cualidad de una cosa, si esa cualidad es medible, basta medirla para zanjar la cuestión.
Con perdón de Sócrates, extraje esa idea inicial y me pregunté qué debería pasar para que una cosa medible, mensurable de algún modo, u objetivamente observable, pudiera convertirse en generadora de disputa. Y concluí que lo único sería que, habiendo regla suficiente para medirla, se eligiera sin embargo más de un instrumento, de modo tal que dependiendo quién la mide, pareciera cambiar su naturaleza.
Para muchos de nosotros resultó absolutamente desconcertante cuando en la pandemia se dejaron intencionalmente fuera del campo de observación datos vitales para su comprensión, revistiéndola con un carácter subjetivo que habilitaba cualquier interpretación. La multitud repetía en una letanía hipnótica “estamos en pandemia”, aún en momentos en los que no había casos y “yo sigo la ciencia”, cuando ésta había sido travestida con argumentos de autoridad y rematada en campañas publicitarias de pánico. Los recursos digitales con los que contamos hoy en día eran suficientes para que cualquiera que quisiera saber un poquito más de lo que vociferaban los canales oficiales pudiera hacerlo, aún cuando los científicos disidentes fueron rápidamente cancelados. Pero incluso si no hubiera habido forma de obtener ni un mínimo de datos extraoficiales, los oficiales debieron haber bastado para llamar nuestra atención. ¿Por qué la población, sabiendo que las personas mayores y con comorbilidades eran las que podrían resultar más afectadas, admitió que se dejara de atender a los ancianos y a quienes sufrían de enfermedades crónicas? ¿Por qué, sabiendo que las vacunas no detenían la transmisión, aceptaron la coerción de vacunarse por solidaridad?
En determinado momento los autoerigidos expertos cambiaron la arenga de “erradicar al virus” por la de “convivir con el virus”. Puede decirse que estamos en eso, salvo que no convivimos con el virus mismo sino con las consecuencias de las políticas que permitimos que se adoptaran. Porque las medidas no farmacológicas primero y las vacunas después, se impusieron como las únicas formas de salvar vidas pero hoy, el aumento de la mortalidad por toda causa es de proporciones inéditas. En los últimos dos años, en todo el mundo occidental, la gente – y gente muy joven – está muriendo por razones que no se investigan. En Uruguay también. ¿Cree usted que la totalidad de fallecidos declarados “por” o “con” el virus, aún aceptando los datos inflados que se publicaron, supera a los fallecidos por las causas asociadas a esas medidas que se suponía que salvarían vidas? Muertos por implementación de protocolos que derivaron en un tratamiento incorrecto, retraso en el abordaje de enfermedades crónicas, aislamiento y abandono de las personas mayores, aumento en las enfermedades vinculadas a la pobreza consecuencia del impacto económico de las cuarentenas, reducción de la inmunidad general por el sometimiento al estrés prolongado, efectos adversos de las vacunas, aumento de los trastornos mentales que derivaron en suicidios… Los unos representan el 0,0008 de la población mundial. Y si ninguna vida humana vale más que otra, ¿por qué a los otros no se los considera, no se habla de ellos, no tienen ni tendrán su conteo en el noticiero central ni en ningún otro lado? De la misma forma que se ocultó información que en definitiva habría reducido el impacto de la pandemia, hoy se están ocultando los datos no solo del aumento de muertes por toda causa, sino de todos los
demás indicadores – económicos, sanitarios, educativos – que evidencian el fracaso de las medidas adoptadas.
En un nivel menos tangible, parece haberse producido la instalación definitiva de un estado mental acrítico y sumiso. Tendemos a creer que estamos debatiendo cuando la mayoría de las veces, lo único que hacemos es elegir aquello que nos confirma el sesgo de nuestras creencias del menú que los grandes medios y las redes sociales nos ponen delante. Los primeros con el catastrofismo indispensable que necesitan para vender y las segundas con el despliegue de atractivos banales, que también necesitan para vender. Ningún medio masivo tiene la intencionalidad de que el espectador piense. No es lucrativo. Y la práctica de someter cualquier asunto a análisis demanda un esfuerzo considerable. Incluso quienes no nacimos bajo “la condición electrónica” (Gumbrecht, Mazzucchelli, 2016) y tuvimos más oportunidades de ejercitar el pensamiento abstracto porque nuestro sistema educativo no contaba con recursos tecnológicos, presentamos tremendas inconsistencias en nuestra lógica en período pandémico.
¿Somos capaces, por ejemplo, de hacer una crítica política profunda, ponderando la vigencia de las categorías izquierda/derecha? ¿En qué se diferenciaron los partidos políticos cuando la crisis sanitaria invadió el país? ¿Más encierros, menos encierros, más vacunas, menos vacunas, libertad responsable, pedidos de mano dura, énfasis en la economía, énfasis en la mortalidad – como si el quiebre de la economía no generara mortalidad? Cuestión de grados. ¿Qué político salió a defender el derecho al trabajo de las personas que eran despedidas por su estado vacunal? Prueba tangible de la permanencia del “virus” al día de hoy es que hay agencias de selección de personal que descartan candidatos que no tengan al menos dos dosis de una vacuna que se empezó a dar en marzo del 2021. ¿Qué se evalúa? ¿El supuesto estado de inmunidad del candidato basado en una política sanitaria infructuosa y a la fecha, irrelevante, o su obediencia?
Es curioso que las mismas personas que – también – repiten que “los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo”, estén tan ansiosas por desentenderse de la tragedia que significó el virus del murciélago crudo. Lo no tan curioso es que no se den cuenta de que los grandes titulares que la prensa sigue vendiendo van a ser pagados con nuevas pérdidas de libertad. Los dueños del mundo no dan tregua en generar problemas para los que después promueven soluciones supuestamente aseguradoras de un bien común, pero cuyo objetivo es habilitar la injerencia de organismos supranacionales en la vida local. Pandemias, guerra, cambio climático, inteligencia artificial. Elija usted el problema. Tómese un rato para considerarlo. Y cuando vea que algo, sea lo que sea – las ciudades de quince minutos, el desmantelamiento de la ganadería, el dinero digital – se presenta como salvífico para la humanidad toda, sepa que está ante una secta de proporciones galácticas dirigida por sociópatas muy poderosos secundados por oportunistas obscenamente inescrupulosos.
Todo lo expuesto ha constituido la razón de ser del periodismo independiente, desde siempre y ahora más que nunca. Motivado por la intención de renovar el pensamiento crítico mediante la investigación, la divulgación de hechos y datos, la capacidad de análisis y la propuesta de alternativas, es una verdadera arma de defensa de la realidad. No argumento que represente la herramienta suficiente para hacer una lectura exacta de todos los temas que nos ocupan, pero sin lugar a dudas constituye un instrumento óptimo, en tanto no se deja corromper por grandes intereses, pudiendo mantenerse ecuánime. En este espacio, que se sostiene únicamente con el aporte de sus seguidores, en el que nadie gana nada y todos se juegan mucho, no hay que pedir permiso para exponer lo que se piensa, ni encorsetar ese pensamiento a las normas que dicta el que paga, ni diluirlo para que pase desapercibido en la tinta autorizada.
Todo mi agradecimiento al equipo de eXtramuros y a sus lectores. Por muchos años más.
Nota
(1) Eut. 7c